“El pájaro de mil
colores”
El cuento que voy
a contarles ahora ocurrió hace mucho, muchísimo tiempo, y comienza así …
Nunca nadie en el
bosque había visto un pájaro tan hermoso.
Era pequeño, pero sus plumas eran de color tornasol. Bajo el brillo del sol,
algunas veces
parecían verdes; otras, azules.
-¡Sus plumas son
tan hermosas como las flores! – decían las mariposas.
-¡Sus plumas son
tan hermosas como las mariposas! – decían las flores.
Los seres del
bosque decían que las plumas reflejaban los mil colores de la luz.
Y el pajarillo
cantaba feliz.
Un día todos los
pájaros del bosque se reunieron.
-El domingo, nos
encontraremos bajo el cedro y elegiremos rey –dijo el guacamayo.
-Que todos los
que se crean dignos de ser rey se presenten –dijo el quetzal.
-Que se propague
la noticia –dijo el ñandú.
Y cacatúas y
loros, papagayos y cotorras, volaron por el bosque repitiendo el
anuncio.
Cuando
el pavo oyó gritar a los loros se puso
muy contento.
“Me elegirán a
mí”, pensaba. “Soy
grande y fuerte. Sé
hinchar el pecho y levantar la
cabeza. Sí, ¡yo
seré el rey de los
pájaros”! Y caminó
con mucha majestad.
Pero pasado un
rato comenzó a lamentarse, un poco preocupado.
-¿Por qué no
tendré una cola larga y hermosa como la del quetzal? –murmuraba-. ¡Tanta cola para un pájaro
que no tiene ni la
mitad de mi tamaño! Y,
¿por qué no tengo
plumas hermosas como las del ñandú?
¡Lástima de cola para un pájaro tan sin gracia! Sí, de veras merezco
plumas mejores.
-¿Quieres que te
preste las mías? –le ofreció el pajarito tornasol que lo había oído
farfullar
-. Sólo quiero que
me prometas
devolvérmelas el lunes, después de la elección.
El domingo el
pavo apareció en la reunión con una cola espléndida.
Las plumas que le había prestado el pajarito
resplandecían. Y el
pavo fue elegido
como rey de las aves.
Pero no le
devolvió las plumas al pajarito.
Varios días más
tarde el pajarillo fue a ver al pavo.
-Por favor, ¿me
podrás devolver las plumas? Sin
ellas
paso frío por las noches.
Pero el pavo,
ahora que era el rey, no le hizo caso.
-¿Para qué
quieres tú esas plumas? No
tienes
ocasión de lucirlas como yo –le dijo.
Y el pavo se
marchó con la cabeza muy erguida.
Desde entonces el
triste pajarillo se escondió, porque le daba vergüenza que lo vieran
sin sus plumas.
-¿Dónde está?
–preguntaban las flores a las mariposas.
-¿Ha visto
alguien al pajarito más bello del bosque? –le preguntaban a las hojas
las
mariposas.
Pero hacía mucho
tiempo que nadie había visto al pajarito tornasol.
Una noche,
mientras el pajarito se escurría de su escondite en el tronco de un
árbol para
buscar unas gotitas de agua que beber, lo vio un búho.
A la mañana
siguiente, haciendo grandes esfuerzos para mantenerse despierto, el
búho
convocó a todas las aves del bosque y les contó lo que había visto.
-¡Qué cosa
terrible! –dijo un guacamayo azul y amarillo.
-¡Es
inconcebible! –chilló un tucán.
-¡Es una
injusticia! –protestaron los colibríes.
-Tenemos que
hacer algo –decidieron todos.
Y cada una eligió
la más bonita de sus plumas.
Esa noche, cuando
el pajarito salió de su escondite, encontró el montón de plumas. Y creyendo que eran las
suyas que el pavo le
había devuelto, se cubrió el cuerpo con ellas.
Al día siguiente
el pajarito se levantó con el sol.
Y
mientras volaba por el bosque todos admiraban sus plumas.
-¡Es más hermoso
que las flores! –decían las mariposas.
-¡Es más hermoso
que las mariposas! – decían las flores.
-¡Es el más bello
de todos los pájaros! –murmuró la fuente cuando el pajarillo se detuvo
a tomar
agua.
Y mientras el
pajarito, atónito, miraba su reflejo en el agua, por todo el bosque se
oían los
suspiros de sus amigos, felices de que el pajarillo hubiera
redescubierto su
belleza. Una vez
más sus plumas
reflejaban los mil colores de la luz.
Y este cuento es
cierto, no sé mentir, tal como me lo contaron, te lo cuento.