Lamento de un
jíbaro
Yo vengo desde
las montañas
del gran cerro de
Guiarte
y traigo como
estandarte
el canto hondo de
Adjuntas.
Allí yo dejé mi
yunta
de bueyes que
poseía
para hacer la
travesía
a esta ciudad nuyorquina
y hoy ninguno se
imagina
cuánto es yo mi
serranía.
Allí yo dejé mi
finquita
y todos mis
animalitos
y el amor más
infinito
de mi pobre
viejecita.
Y hoy ruego a
Dios me permita
poder volver
algún día
y contemplar la
serranía
en donde tuve mi
niñez
para pasar mi
vejez
en Borinquen,
tierra mía.
Estoy echando de
menos
todo lo que allí
dejé.
Yo no me explico
por qué
vine a este país
ajeno
y allí vivía más
sereno
y más tranquilo
en mi bohío
contemplando la
serranía
su verdor y su belleza
que dio la
Naturaleza
a ese terruñito
mío.
Aquí en suelo
nuyorquino
siento dentro de
mi pecho
la falta que a mí
me ha hecho
el ambiente
campesino.
Tal vez sería mi
destino
venir a tierras
extrañas
Pero algún día a
las montañas
de Adjuntas yo
volveré
y mis despojos
dejaré
guardados en sus
entrañas.
~Miguel Angel Figueroa
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