El fraile y mi padrino no habían vuelto aún cuando llegamos al puerto. Mientras los esperábamos, Juan me contó su
historia.
Su padre tenía una venta en el
Camino de Santiago. El negocio era
bueno, pero un día unos ladrones escondieron allí to lo que habían robado. Cuando el robo se descubrió enviaron a
galeras, no solo a los ladrones, sino también al padre de Juan. El pobre hombre no aguantó el duro trabajo y
murió al año siguiente.
Después de algún tiempo, su hermana Lucina se casó. Su marido pasó a ocuparse de la venta. Pero era un hombre duro y solo le interesaba el dinero: para ahorrar cada vez más, empezó a vigilar la comida hasta que el cocido dejó de ser cocido y se convirtió en un plato de agua.
el cocido - the soup
-Un día en que, por hambre, yo había
cogido un huevo sin permiso para comérmelo, aquel mal hombre me descubrió. Se enfadó mucho y empezó a darme golpes. Cuando pude reaccionar le dije:
<<Estaos quieto. En mi casa
estoy y de lo mío
Pasaron así dos años difíciles. Camino del sur, Juan se fue encontrado con
otras gentes que estaban como él: sin casa, sin dinero, sin comida, sin amigos;
para vivir, había que robar y era mejor no pensar en el mañana. Pero Juan se cansó de aquella vida y decidió
probar suerte en Sevilla. Él había oído
hablar de Sevilla como de una ciudad grande y Hermosa, puerto donde nacían los
más maravillosos sueños de aventuras. Sin
embargo, la ciudad que encontró Juan era muy distinta: allí todo lo que había
era mala vida, un mundo de ladrones y, además, muy organizado. Así que Juan decidió hacerse conquistador.
-Pensé poder ganarma el dinero
suficiente con las cartas, pero la suerte no me acompañó. Por fin, decidí conseguir el dinero en
cualquier manera y se lo quité a una rica señora que por allí viajaba. Pero, por desgracia, aquella mujer era quien
me había engañado a mí: no era verdadera señora sino ladrona también. Así que todos sus amigos, toda la mala gente
de la ciudad, me empezaron a buscar. Los
ciegos me veían, los que solo tenían una pierna corrían detrás de mí. Recibí mil golpes, pero conseguí
escapar. Y supe que no podía quedarme en
la ciudad. Así, una noche muy oscura,
pude subir a un barco y esconderme en él.
El barco partió para la Nueva España
pocos días después. Juan siguió
escondiendo al principio del viaje, pero pronto le faltó la comida y tuvo que
presentarse al capitán.
-Era un hombre duro: me obligó a
trabajar durante todo el viaje y apenas me daba comida. Así pues, cuando llegamos a este puerto me
escapé.
- ¿Y qué vas a hacer ahora?
- No lo sé.
Yo lo miraba con pena, sorprendido de que
aquella cara tan suave y aquellas pequeñas manos ocultasen tantas desgracias.
- ¿Quieres venir con nosotros?
- ¿Podría ir?
- Se lo preguntaré a mi padrino. Espérame aquí.
Cuando llegaron el fraile y my padrino, les conté toda la historia.
Fui a buscar a Juan. Al llegar, mi padrino lo miró a los ojos y le empezo a preguntar muchas cosas sobre el mar y sobre los barcos. Juan contestó a todas sus preguntas correctamente.
-
¿Y
música? – preguntó por último mi padrino -, ¿sabes un poco de música?
- Alguna canción puedo acompañar con la guitarra, señor – contestó Juan, que cogió la guitarra que le daba el fraile y empezó a cantar.
¿Dónde estás, señora mía
Que
no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
O eres falsa y desleal.
Tenía una
voz muy hermosa; una voz que parecía
- Gracias, muchacho - dijo - , hacía años que no oía cantar de tan bella manera. Mi madre solía cantar también ese romance. ¿Conoces alguno más?
Cantó todavía durante mucho tiempo y siempre con su voz tan dulce y buen arte en el uso de la guitarra. Al fin, mi padrino le dijo que descansase.
- Deja ya la música, muchacho, no to quedes sin voz. Necesitamos compañeros como tú para animar nuestro viaje. Vendrás con nosotros a descubrir nuevas tierras y serás como uno más para todo.
Y así fue como Juan se quedó con nosotros.
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