Capítulo 5

El oro de los sueños 

El fraile y mi padrino no habían vuelto aún cuando llegamos al puerto.  Mientras los esperábamos, Juan me contó su historia.

 

            Su padre tenía una venta en el Camino de Santiago.  El negocio era bueno, pero un día unos ladrones escondieron allí to lo que habían robado.  Cuando el robo se descubrió enviaron a galeras, no solo a los ladrones, sino también al padre de Juan.  El pobre hombre no aguantó el duro trabajo y murió al año siguiente.

 

            Después de algún tiempo, su hermana Lucina se casó.  Su marido pasó a ocuparse de la venta.  Pero era un hombre duro y solo le interesaba el dinero: para ahorrar cada vez más, empezó a vigilar la comida hasta que el cocido dejó de ser cocido y se convirtió en un plato de agua.

cocido  el cocido - the soup

            -Un día en que, por hambre, yo había cogido un huevo sin permiso para comérmelo, aquel mal hombre me descubrió.  Se enfadó mucho y empezó a darme golpes.  Cuando pude reaccionar le dije: <<Estaos quieto.  En mi casa estoy y de lo mío como.>>  Pero aquello hizo que se enfadara aún más.  Se quitó el cinturón con la intención de seguir dándome golpes; entonces, para defenderme, con fuerza una herramienta de madera que había al lado de la puerta y se la tiré a la cabeza.  Me miró un momento y luego cayó al suelo.  Al acercarme me di cuenta de que estaba muerto.  Yo lo había matado.  Tuve miedo.  Decidí que lo mejor era escapar, irme de allí para siempre.  Y eso fue lo que hice. 

dar golpes  dar golpes - to hit, to punch  (literally: to give hits)

            Pasaron así dos años difíciles.  Camino del sur, Juan se fue encontrado con otras gentes que estaban como él: sin casa, sin dinero, sin comida, sin amigos; para vivir, había que robar y era mejor no pensar en el mañana.  Pero Juan se cansó de aquella vida y decidió probar suerte en Sevilla.  Él había oído hablar de Sevilla como de una ciudad grande y Hermosa, puerto donde nacían los más maravillosos sueños de aventuras.  Sin embargo, la ciudad que encontró Juan era muy distinta: allí todo lo que había era mala vida, un mundo de ladrones y, además, muy organizado.  Así que Juan decidió hacerse conquistador.

 

            -Pensé poder ganarma el dinero suficiente con las cartas, pero la suerte no me acompañó.  Por fin, decidí conseguir el dinero en cualquier manera y se lo quité a una rica señora que por allí viajaba.  Pero, por desgracia, aquella mujer era quien me había engañado a mí: no era verdadera señora sino ladrona también.  Así que todos sus amigos, toda la mala gente de la ciudad, me empezaron a buscar.  Los ciegos me veían, los que solo tenían una pierna corrían detrás de mí.  Recibí mil golpes, pero conseguí escapar.  Y supe que no podía quedarme en la ciudad.  Así, una noche muy oscura, pude subir a un barco y esconderme en él.

 

            El barco partió para la Nueva España pocos días después.  Juan siguió escondiendo al principio del viaje, pero pronto le faltó la comida y tuvo que presentarse al capitán.

 

            -Era un hombre duro: me obligó a trabajar durante todo el viaje y apenas me daba comida.  Así pues, cuando llegamos a este puerto me escapé.

 

            - ¿Y qué vas a hacer ahora?

            - No lo sé.

 

            Yo lo miraba con pena, sorprendido de que aquella cara tan suave y aquellas pequeñas manos ocultasen tantas desgracias.

 

     -         ¿Quieres venir con nosotros?

          -         ¿Podría ir?

          -         Se lo preguntaré a mi padrino.  Espérame aquí.

 

Cuando llegaron el fraile y my padrino, les conté toda la historia.

     -         Dile a ese muchacho que venga – dijo mi padrino.

 

Fui a buscar a Juan.  Al llegar, mi padrino lo miró a los ojos y le empezo a preguntar muchas cosas sobre el mar y sobre los barcos.  Juan contestó a todas sus preguntas correctamente.

 
-         ¿Y música? – preguntó por último mi padrino -, ¿sabes un poco de música?

 

- Alguna canción puedo acompañar con la guitarra, señor – contestó Juan, que cogió la guitarra que le daba el fraile y empezó a cantar.

 

¿Dónde estás, señora mía

Que no te duele mi mal?

O no lo sabes, señora,

O eres falsa y desleal.

 

            Tenía una voz muy hermosa; una voz que parecía como de otra persona, diferente de la que teníamos delante, con aquel pelo largo y sin peinar, con aquellas sucias manos.  Todos se habían callado y lo escuchaban con atención.  Cuando terminó, observe que mi padrino tenía los ojos húmedos.

            - Gracias, muchacho - dijo - , hacía años que no oía cantar de tan bella manera.  Mi madre solía cantar también ese romance.  ¿Conoces alguno más?

            Cantó todavía durante mucho tiempo y siempre con su voz tan dulce y buen arte en el uso de la guitarra.  Al fin, mi padrino le dijo que descansase.

            - Deja ya la música, muchacho, no to quedes sin voz.  Necesitamos compañeros como tú para animar nuestro viaje.  Vendrás con nosotros a descubrir nuevas tierras y serás como uno más para todo.

            Y así fue como Juan se quedó con nosotros.

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